Esta
mañana la calle me ha parecido una extensión baldía que desde mis
pies, raíces sin paso ni tierra conocida, llegaba a cientos de
rostros errantes y redondos. Dice el padre Juan que los hombres somos
el misterio de nosotros mismos, que seguramente todo lo que he
perdido este año atrás sea el gesto, burlón, de una fortuna
inescrutable, y que tal vez la vida sólo sea aprender a hablar solo
y a luchar el hambre; pero, padre: yo he vertido mi voz sobre la
piedra y aún pervive en su desierto; y he gritado a los hombres, y
su justicia aún está muy lejos.
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