Mientras el infortunio de un pascuero
suicida, que en el alféizar vacila,
me enseña cuánto el miedo se cavila
al pensar: "es mejor el agujero".
Y, mientras empaqueta mi mochila,
me presagio mi viaje lo primero:
"¡Uf! Ella lo organiza, yo me muero
o nunca llego o el tren se descarrila".
¿Para mí no habrá algún saber hogaño
que me socorra?, porque es manifiesto
que esta o bien me extrema o me jubila.
¿O es que existe un amor tan grande en esto
que me engasta el temblor en la pupila,
la luz en la mañana y amor al daño?
Yo Comparo
"La crítica literaria suele proceder de déficit de amor." George Steiner
miércoles, 28 de marzo de 2018
sábado, 17 de febrero de 2018
Ciclo de sonetos del tránsito
Este conjunto de sonetos lo confeccionó el joven José María como un "ciclo" que debería, al menos, recoger algunas de sus vivencias cuando salió de Granada. Vuelve sobre sus temas preferidos y recurre a una densidad semántica que se refuerza en las recurrencias del conjunto de los cuatro poemas. Sea como fuere, no sabría decirles quién es el destinatario del tercer soneto -alteridad de sí mismo o invención poética inspirada en el romancero nuevo-, puesto que nunca volvió a su ciudad natal. Lo cierto es que recoge de nuevo algunas de sus imágenes y lexías para una nueva singladura formal donde las arquitecturas de sentidos se complementan entre sí.
I
Yo, entonces,
me soñaba tantas veces,
siembra de
pensamientos sin cosecha
que esperan con las
manos una fecha
por
entre un mar escuálido de peces
y oscuridad despierta.
Inercia. Creces;
y el alma entre las sábanas deshecha
y arrojada; y la travesía estrecha
que nunca te saciaba.
Más no reces:
cada noche serás un
extranjero;
y el
tiempo, dando al río su sonido,
ayer, como mañana, fue venero
por la tierra de lo que siempre has sido.
Y un día llegarás por el sendero
vencedor de ti mismo y
del olvido
II
Amigos, hemos ido por
sus calles
tantas veces: su fuga
en las montañas,
la alcazaba morisca,
las extrañas
huellas, mi historia
limpia de detalles
y enemigos. Memoria,
no me falles:
lecturas, maestros,
héroes sin hazañas
y el alma floreciendo
en las entrañas,
mis viajes, reverberos
por los valles
escondidos y ver
soles ajenos
cada noche, últimos
hogares, nombres.
El tren. Distancia y
sueño en la ventana.
No podemos llevarnos
el mundo. Hombres
somos. Y nada más y
nada menos.
Palabras... ¡Amigos!
¡Siempre es mañana
o nunca! Mi Granada...
¡Granada
de los buenos!, tierra adentro:
todo es irse, marchar
sin ti, sin centro.
III
Cuando llegues, compañera, rendida
por el recorrido arduo y los errores,
allí donde se templan los albores
en el poniente de la mar vencida,
donde el puerto recluido y las barriadas
bigarradas, allí verás mi tierra
y el mar como una herida que no cierra
y un resto de colinas olvidadas.
Mira y cruza. Descansa en su bahía
y, mientras recordamos nuestra triste
ausencia, dile al acabar el día,
ante el océano en levante y en pedazos,
con la sal en los labios, que volviste
como la hija que vuelve hacia los brazos.
IV
Amor, para
quererte te he encontrado
tantas
veces. He andado por las frías
noches en
las arboledas vacías,
hechas de mí
por alguien ya pasado.
Porque para
quererte te he perdido
cada día
por mis tierras heridas
y un hondo
sueño de aves no cumplidas
donde nunca
volvías de mi olvido.
Te he
buscado bajo la luz dormida,
en el verso
temprano, en la mar pura,
entre las
rosas de mi sangre oscura.
Y si es que
yendo hacia ti he de perderte,
te crearé
en mi soledad vencida
una y otra
vez, aunque jamás despierte.
viernes, 22 de diciembre de 2017
Al modo del Mairena III
Por más que mítico, no hay nada extraño en la figura de Colón. Él, por pertenecer a nuestra estirpe helena y colonizadora, no tiene mayor patria que el Mediterráneo y, como hijo suyo, navegó a ciegas en el océano de la Historia sin saberse fundador de la modernidad y del imperialismo. Porque Europa, mientras asume la paternidad de sus héroes para salvarlos del olvido, les niega la custodia a las ciudades que los vieron nacer, por que no se sepa nunca el hontanar de sus pecados. También batallaron por la maternidad de Homero las ciudades griegas, pero en verdad ninguna quería reconocer por suyo el tremendo pecado que subyace al nacimiento de la literatura.
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martes, 5 de septiembre de 2017
Seguidilla
Los poemas son hogares
con varias puertas:
por algunas se sale,
por otras se entra.
con varias puertas:
por algunas se sale,
por otras se entra.
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jueves, 31 de agosto de 2017
Al modo del Mairena II
Casi todas las lenguas saben amar, pero sólo la española sabe querer. De latines viene la cosa, como todo. Los europeos, siempre tan enseñoreados de egolatría, dicen "yo te amo", a lo que sólo podremos responder con "yo te imito" -que en latín "amar" e "imitar" son espejos-. En cambio, aquí se nos cae de la boca el "te quiero", que es como decir "te busco" -y apurando es casi como decir "te ruego"-; porque el español, siempre de camino en estos páramos de bandoleros y conquistadores, sabe mejor que el europeo que el amor, como dios, nunca se encuentra. También es esta tierra de ascetas y místicos caballeros de la fe. Por eso escribía mi maestro
Por todas partes te busco
sin encontrarte jamás,
y en todas partes te encuentro
sólo por irte a buscar.
De ahí también que, en la agonía de su infinitud, el español fácilmente desista de querer y caiga en el odio de Caín.
martes, 29 de agosto de 2017
Al modo del Mairena
Casi todas las preguntas tienen algo de metáfora. Han de llevaros, efectivamente, hacia otra parte. Si le preguntáis a vuestro amado si os quiere es porque, en el fondo, queréis llevarlo a esa otra parte que sois vosotros mismos. Si nos preguntásemos, en cambio, si el mundo está abierto o cerrado, se podría responder perfectamente, sin faltar a la razón, que el universo no es una puerta ni qué sea eso de abrirse o cerrarse. Pero como nadie ha visto cómo sea el mundo, bien podría decirse que es una ventana o cualquier otra cosa. Y en cualquiera de estos casos siempre se podrá salir por la tangente diciendo que el mundo está entornado y que no sabemos si se está abriendo o si se está cerrando.
jueves, 13 de julio de 2017
Se fue
Se fue un día de donde yo estaba,
como los hojas que se marchan
porque ya no tienen nada que decirnos;
y el viento, porque no encontraba
el susurro sobre el árbol,
absorto e inconsciente, se quedó errando
de una parte a otra huyendo de sí mismo.
como los hojas que se marchan
porque ya no tienen nada que decirnos;
y el viento, porque no encontraba
el susurro sobre el árbol,
absorto e inconsciente, se quedó errando
de una parte a otra huyendo de sí mismo.
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