domingo, 12 de junio de 2016

¿Son arte los videojuegos?



Los videojuegos son entretenimiento. Hasta ahí bien. Se hacen con tal fin, junto a otras intenciones artísticas y económicas. Yo creo que no hay discusión en esto. Teniendo en cuenta el grado de participación de la población, o el volumen económico que suponen, no incluirlos como actividad cultural es de necios. Ahora bien, yo creo que el problema con la viñeta parte de cierta connotación de la palabra "cultura". Dentro de una definición amplia de cultura, los videojuegos son cultura. Eso ni me lo planteo. Y por cierto, no hace falta esperar a nuestros hijos o nietos, porque la Comisión de Cultura del parlamento español les dio ya el estatus de bien cultural en 2009; por lo que legalmente son cultura, que yo sepa, en España. Otra discusión es confiar en el criterio de los políticos, pero eso es otro tema. No olvido aquí que muchas prácticas culturales son espanto para la progresía europea, y a ninguno de nosotros se nos pasaría por la cabeza entender ciertas barbaridades como cultura humana: lo "bárbaro" y la cultura propia es siempre una cosa problemática. 


La discusión llega, creo, cuando queremos incluir a los videojuegos dentro de recintos más estrictos de la cultura, y parangonarlos con objetos más asentados, como se suele argüir en estos casos, con grandes novelas o películas. Y veo que la categoría cultural para los videojuegos más controvertible es la de "arte". Aquí cada uno debería poner su definición de arte particular, pero no creo que sea una cuestión que se pueda escribir con dos líneas. Exige un pensamiento bastante detenido y amplio. Los videojuegos son un medio nuevo, y como toda novedad tiene que sufrir el recelo de las categorías culturales anteriores. Además, como medio particular que es, con esa enorme complejidad que tiene, no es comparable a una novela o a una película, en mucho porque exigen un tiempo de uso distinto, una interacción también diferente, una producción específica y plural; es otra historia. Si siguiéramos comparando, "la novela siempre sería mejor que la peli". 



Como decía, la connotación que le veo a Forges es la de incluir a los videojuegos como alta cultura y como arte. Aquí soy excesivamente relativista tal vez. Arte es lo que en cada momento y lo que cada uno considera arte. Desconfío un tanto del argumento que dice que las mejores obras artísticas son aquellas que elevan el espíritu y que "enseñan y deleitan", con ciertas pretensiones aleccionadoras y universales. Sí, es cierto que las grandes obras de nuestra cultura destacan por su validez y encanto en casi cualquier época y grupo, aunque no tienen por qué ser universales. Por ejemplo, el "incuestionable" Quijote era denostado en el XVIII por no adecuarse a las normativas poéticas y blablabla. Para mí, alta cultura es aquella que requiere cierta formación e iniciación previas para su conocimiento. Es el caso de mucha literatura que tiene que ser traducida o anotada por ser de lenguas o usos más antiguos, o de obras del pensamiento que no puedan ser aprehendidas de una forma primaria, características por las cuales su acceso está más limitado. En general, no me gustan las visiones aristocráticas de la cultura, de "apocalípticos", donde se remiten a valores y humanismos que en realidad se van actualizando constantemente. No quiere decir esto que no tenga mi canon particular, ni que no me vuelva loco con algunas novelas o series y que las recomiende fehacientemente, pero puedo entender que se la chufle al de al lado o al de más allá la sabiduría cristalizada en las cartas de Cicerón o en los monólogos del Quijote. Un profesor nos sugirió una imagen que me gustó mucho sobre esta distinción entre el arte superior y el de baja estofa: el arte inferior (por poner un poner, la novela de la Esteban) sería comparable al arte decorativo, simple y amable, que se contempla sin gran esfuerzo, mientras que las obras más complejas son "pinturas" y "arquitecturas" mucho más perdurables, susceptibles de miles de perspectivas y lecturas. En los casos que he podido comprobar, efectivamente, hay grandes obras de la cultura que destacan por su riqueza, pero quisiera que este criterio no tuviera que basarse en la difusión de las obras, en los prejuicios o en la necesidad de esforzarse por aprehenderlas. No es que no distinga el salto cualitativo que pueda haber entre unas obras y otras, pero a niveles estéticos no me gusta la prepotencia con la cual se enseñan las de arriba. 

Tampoco me vale el argumento populista de que el arte es "más arte" porque está aceptado o practicado por la mayoría. El arte, como el conocimiento, no es democrático, aunque sí pueda serlo en su difusión. La consideración de "arte" o "cultura" es bastante veleidosa, y no tiene que responder ni representar a grupos mayoritarios. De hecho, en muchas ocasiones son obras de individuos con características muy particulares, y están elaboradas sobre personajes y sucesos poco comunes, salvando los momentos costumbristas que se quieran tener. El arte tiene mucho de impresión y novedad, ya sea en la técnica, en la forma, en el contenido, etc; porque, se quiera o no, el arte también busca venderse.


Por último, arte no tiene que ser aquello que se hace con pretensión artística. La idea del "arte por el arte" me parece un idealismo. Se me ocurren muchos ejemplos de obras que se hicieron por el sustento, por el desahogo, por la denuncia social, por vender y enriquecerse, por deleitar al público, por el placer de "ser leído o visto". Por tanto, que un producto cultural se construya por mor de hacer dinero, incluso descaradamente, no es óbice para que ese objeto pueda ser artístico (la relación de lo económico y lo artístico es lo que quiero marcar; seguramente alguno citaría aquí a Bourdieu y similares). En el arte no valen las buenas intenciones ni las horas de trabajo, ni los millones gastados, ni la complejidad de la plantilla. No existen las buenas intenciones porque el talento de uno puede defenestrar el trabajo de años de otro. Y no importa la complejidad de la producción porque, en mi opinión, importa el arte como acto, como producto. Para que a mí me resulte estético, no me importa la magnitud de la industria que lo ha producido. Y se puede encontrar la fruición tanto en una mera frase, como en una escena, como en una batalla épica de videojuego. El error sería comparar la cualidad y calidad de los mismos. Reconozco mi predilección por la lectura, que me parece una de las actividades más complejas de la cultura, puede que la que más, pero también admito que he disfrutado inmensamente con "dibujitos xinos" (anime), y con los Final Fantasy, y con películas de lo más banales. 

Que el videojuego sea cultura lo decidimos todos, que sea arte lo decide cada uno.

1 comentario:

  1. Me han interesado estas reflexiones, así que me animo igualmente a compartir ciertos pensamientos propios respecto al tema tratado.
    Esgrimir argumentos en contra de nuevas formas de cultura como son los videojuegos o los cómics alegando que no pertenecen a categorías clásicas y cerradas y que por tanto no merecen la misma valoración ciertamente constituye para mí una manera pobre y ya poco actualizada de abordarlas. Vivimos en un contexto cultural y artístico ineludible y cambiante, le pese a quien le pese. También es verdad que siempre, siempre van a existir detractores de lo nuevo, pues si no hubiera rechazo, implicaría que nada varía. Hasta aquí parezco parafrasear lo ya dicho. Veamos lo que dice la RAE respecto a la definición de cultura:
    "
    2. f. Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico.
    3. f. Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc."

    Respecto a la n°2, partiría de la idea de que un videojuego es una obra de ficción, entendiendo yo dicho concepto como aquéllo que permite a nuestra mente sobrepasar el marco de la realidad, o al menos concebir dimensiones alternativas a ésta, dándonos la posibilidad de imaginar infinitos mundos posibles. Si un videojuego nos hace soñar, si consigue proyectarnos a otras realidades, al igual que un libro o una película, creo que efectivamente existen elementos comunes como para relacionarlos a todos. Además, la evasión despierta nuestros sentimientos y percepciones, y según Carlos Bousoño, las emociones siempre son significativas: cuando un camino oscuro te da miedo, es porque percibes peligro en él (aunque éste no sea real). Es una forma de conocimiento; no matemática, pero conocimiento.
    En cuanto a la segunda acepción, más claro aún: la definición de cultura es tan amplia que es imposible que los videojuegos no entren en ella. Y dentro de la cultura, está el arte. Claro está que cada medio artístico tiene un poder de sugestión diferente: para empezar, en un libro no hay imágenes, lo que lo convierte en una creación más sutil al menos en ese aspecto. Lo maravilloso del texto es que las palabras, que al fin y al cabo son o bien sonidos o bien simples garabatos si lo piensas sobre una hoja de papel, tengan la capacidad de producir algo en nuestro interior. Una imagen ya lo hace de por sí, eso es incuestionable, pues no en vano el primer sentido de los seres humanos es la vista, pero ¿conseguir transformar en abstracción algo que es puramente sensorial? Es fascinante. Algún día tendré que leer algún ensayo en el que se explique psicológicamente qué es lo que ocurre en nuestra mente cuando una obra de arte nos emociona. El caso es que la imaginación está siempre presente, y por muy libre que sea, está atada a una base real, y si hoy en día nuestro entorno es el "aquí y el ahora", pues nuestra mente funcionará al ritmo y a la manera de lo que experimentamos. A los que apreciamos el arte de otras épocas, más sosegado, también más raro porque eran bastantes menos los espíritus inquietos que se aventuraban a crear y que disponían de medios para ello, es una suerte de aire fresco que nos hace tomar distancia y no caer precisamente en la petulancia del canonicismo clásico. Me parece necesario darse cuenta de que en la vida existen momentos de seriedad pero también de mayor espontaneidad y relajación. Ni un extremo ni el otro son buenos. Me sentiría muy frustrada, desdichada y decepcionada si la humanidad perdiera de vista en algún momento de su Historia las obras profundas, cuyo valor casi siempre se advierte mejor de hecho con el tiempo.

    ResponderEliminar