miércoles, 25 de mayo de 2011

LA FLOR IGNOTA

En la soledad tranquila de un sótano apagado,
nacieron unos pétalos tiernos y vidriosos,
que vestidos de nube y pan de mediodía,
fueron pintados con verde olor y nata.

La linda flor crecía cándida y suntuosa,
hecha de brote enhiesto y apuntado,
con las hojas revisadas por díscolos crespones.
Tan joven, tan esbelta, tan ingenua.

Era su espíritu del gracejo del vestido, verde;
húmedos y verdes eran los besos de sus pies,
verdes tallo y talla, sinople el cáliz,
mecida de esperanza en tan frágiles suspiros.

Por padre, un parco y callado tragaluz,
que azul vertía amable a su corola,
y por madre tuvo solamente tristes ecos,
blancos y oscuros, de lágrimas y gritos.

Quería ser como aquellas hormas fugaces,
como aquel ecuestre taconeo de mujer,
quería ser como aquel ladrido lejano,
como aquellos cantos azules de papel.

Quería rodar por el asfalto rápido y caliente,
y perfumar en la acera a tan pobre jardín.
Quería soñar de sol y dormir de luna,
pero todo era mentira, todo era ilusión.

En aquel olvidado hueco, la sombra
era la cantinela de sus cortos días,
era el abrazo largo de sus noches de hielo,
y final yacía, monótona y cansada.

La sombra escupía en hálitos fatales
un despertar vacío, un vacuo pesar,
borrando del espejo de cal mustia
la siniestra silueta bañada de rocío.

La tristeza nubló su tímida presencia,
la soledad curvó el color de su frente,
los brazos cayeron por el ánimo agotado.
Estertor de un candil, última sonrisa.

Se rinde, se desmaya, cae, fallece.
Fundida finalmente con su sombra,
al fin responde con su abatida muerte,
en un arco oscuro, triste y viejo.

El musgo putrefacto de su muerte vive.
Y nadie ríe como ella, y nadie llora como ella.
El lugar es hoy un cementerio de semillas de silencio,
pues no hay flores que crezcan a la luz de las farolas.

1 comentario:

  1. Indudablemente en este poema podemos ver la magistral evolución de su autor, el cual parece haber alcanzado en estos versos no solo una cadencia matemática, sino una coherencia narrativa fuera del alcance de muchos obstinados poetas. Pero aun así, no es su ritmo, ni su estructura lo que destaca por encima de todo, sino una sucesión de imágenes que llegan a alcanzar una categoría fotográfica, imágenes que se pelean con los sentimientos en una lucha brutal por alcanzar una excelencia poética que, en ocasiones, casi pueden rozar con los dedos.

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