domingo, 11 de junio de 2017

No nos llevamos nada

No nos llevamos nada.
El lugar y los días donde nacimos
nunca podrán estar más lejos.
Las calles no nos pertenecen.
Ese niño que grita no eres tú
ni podrás serlo. Las calles
tienen otras formas y otras voces.
Sueño de sendas infantiles.
¿Te has vaciado los bolsillos?
-reliquias derramadas sobre la mesilla-.
El espacio es un portalón que se va cerrando;
el tiempo, una fuente hacia el silencio.
¿Apurar el odre en esta hora
lo mismo que el sol hace con la lluvia pasada en el tejado?
El sonido se empoza dentro de sí mismo,
como la barca del pescador que solía
engolfarse sobre el susurro del mar.
El pulso se remansa sin encontrar el mar,
cada vez más lento, cada vez más débil.
El amor son regiones ya perdidas
y, al final, dios no vino.
El sexo es niebla y los hijos, mayores.
La infancia es una talega sin asas
y la juventud se resigna tras el cristal grueso de su cárcel perpetua.
Haremos como aquel perro que tuvimos
que se ovilló al fondo del pasillo
para morirse sin molestar a nadie.
El párpado está dormido -soñador acaso-
y sin madrugada.
Cerramos los ojos. La luz se queda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario